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Peregrinación de la Real Cofradía de la Virgen de la Cabeza de Marmolejo junto a la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Jaén

El pasado 8 de marzo de 2019, se llevo a cabo la peregrinación, que desde hacía varios meses se venía preparando, entre la Real Cofradía de la Virgen de la Cabeza de Marmolejo y miembros de la Pastoral Penitenciaria de la diócesis de Jaén. 
Desde un primer momento donde contactaron con la Presidenta, fue un sí, rotundo el que prevaleció ante cualquier prejuicio personal, un proyecto de ilusión y querer acercar a la Madre de Dios en la advocación de la Cabeza a cuantos no la conocieran y a cuantos quisieran postrarse a sus pies con sus propósitos y anhelos personales. En ningún momento se habló de un día de campo o  de ruta de senderismo, sino que desde el primer momento todos sabíamos dónde íbamos y lo que significaba ese libre caminar, ese cambio de hormigón y asfalto por tierra, piedra  y arena, adornada con las varas de jara a punto de abrir y con los brotes de peonías que nos mostraban, donde ya mismo lucirán tan bellas.


Una convivencia que comenzaba en un desayuno colectivo, entre internos, funcionarios, miembros de la cofradía de Marmolejo, cofradía de Cataluña, José Lara, como nuestro guía, Antonio Santiago como portador de mulo de apoyo, cuerpo de Protección Civil de Marmolejo y Pastoral Penitenciaria con Don José Luis, Pepe, Carmen, el secretario de Peregrinaciones Don Miguel Ángel Solas y nuestro párroco Don Miguel Ángel Jurado Arroyo. Donde primó el momento de presentaciones para que cada uno, fuese quien fuese hablase para los demás, siendo uno de los momentos más bonitos que en estos días viviríamos.




Después del saludo y  la Salve a la Imagen de la Virgen de la Cabeza de Marmolejo, nos encaminamos hacia Sierra Morena donde comenzaría nuestro camino de peregrinar, el principio del camino lo marco la oración que el obispo nos invita a realizar en cada acto que sirva de comunicar el evangelio, en el año de la Misión.


Y comenzamos lo que para muchos era una aventura, sin saber los pasos que había que dar, y siendo completamente confiados a un grupo de gente que acababa de conocer, demostrando que nos encontrábamos en una actividad que marcaba la confianza de unos en otros, aunque fuera la primera vez que nos veíamos. 

Vamos a sacar a nuestro compañero, José Torralbo, con los pies en el suelo, ya que subido a su caballo siempre está detrás de la cámara.

Todos pendientes unos de otros, y charlando como solo una peregrinación sabe abrir el corazón, fuimos completando los kilómetros hasta el rincón más bello y alto de la Sierra. Como es normal en toda peregrinación, ni el agua quiso estar al margen y nos acompañó en un tramo, donde risas y principios de anécdotas no faltaban en forma de chascarrillos y el acompañamiento de un perro mezclado con sardina nos hacia reír al llegar a todo charco.


Al llegar al Navalasno hicimos acopio de los bocadillos que llevamos en las mochilas y allí mismo algunos encontraron y mostraron sus dotes de caballistas. 

Reanudamos el camino, de nuevo con el sol en el cielo y llegamos al punto de mayor tradición y cariño, el Bautizo para los nuevos romeros, cada uno con su nombre fueron pasando para recibir las frescas aguas del Arroyo de los Santos (Romero Cebolla, Romero Cebollino, Romero Boquerón, y así un largo santoral de romeros nuevos).




Y vuelta al caminar, un último tramo y ya casi en sus plantas.

Un cariñoso y afectuoso recibimiento de la comunidad trinitaria, representada por el Padre Pascual, nos invitaba a vaciar nuestros corazones ante Nuestra Madre.

Y después ¡¡¡ A CENAR!!!!, todo es necesario, y empieza otro punto de la convivencia, todos entre hermanos, todos trabajando a una, preparando, repartiendo y compartiendo risas y complicidad en los comentarios, como si fuésemos grupo de siempre, familia, en Sí, hijos de María que nos ha unido para vivir estos momentos.

Después de cenar volvimos a subir a la Basílica Menor para celebrar una Vigilia, donde cada uno agradeció  todos los parabienes conseguidos y pidió por las intenciones  propias y de cercanos, donde afloraron los sentimientos al recordar a personas recientemente perdidas y por las nuevas intenciones y proyectos de cada uno, a corazón abierto elevamos las suplicas tanto como petición como para desahogo y gesto inocente de que todos conociesen de las inquietudes del otro. Todo sirvió para hacernos más cómplices y compañeros y rezar por cada uno y por el que nos acompañaba. 
Algo bueno nos invadió, nos hizo ser más amables, más agradecidos y en tertulia ante la puerta del Santuario volvimos a abrir el corazón, dando gracias por hacer posible un día como el que estábamos viviendo. Una vivencia entre iguales, que nadie preguntase quiénes somos, ni porque estábamos aquí, sino que el amor a la Virgen, el no sentirse desamparado ni abandonado, y querido por personas recién conocidas nos hiciese caminar en lo posible por el camino de la Libertad de amor que Dios nos marca.

Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdade­ramente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os ha­rá libres” (Juan 8:31-32).

El cansancio fue el que marcaba el horario de recogida dentro de la casa de cofradía de Marmolejo, y no pocas eran las confidencias que ante la lumbre salían a relucir, aunque sí que se echó en falta más de un cante.


Tras el desayuno, volvimos a ponernos en marcha para subir de nuevo la calzada y asistir a la Eucaristía en honor de esta convivencia, en esta ocasión sí que se notaban las ampollas que habían aparecido, pero que no por ello nos iban a hacer caer en la pereza de no subir y participar cada uno en lo que estaba preparado.

Después de la Eucaristía volvimos a la casa para compartir un almuerzo, donde Juan y María José, nos prepararon una paella, donde el ir a por el segundo plato se convirtió en algo natural, y donde las risas y comparaciones con los menús diarios saltaban con conversación en cada rincón, hasta hubo quien propuso que el cocinero se volviera con ellos.


La convivencia iba llegando a su fin y todos teníamos el sentimiento de pena por la separación, volvimos a tener el momento de coloquio para que cada uno expresase lo que había sentido y como había visto la salida. Agradecimiento por hacer posible esta actividad a la cofradía de Marmolejo y por el trabajo que los voluntarios estaban realizando era lo que premiaba en cada conversación. El trato como personas cercanas, sin conocernos, y la confianza de estar codo con codo unos y otros, sin barreras ni marcas que delimitasen hasta donde podían llegar unos y otros.

Personalmente, lo que más nos gusta recordar, es las ganas que teníamos todos de llevar a cabo esta actividad, por parte de la Pastoral Penitenciaria, el gran desvivir de don José Luis, Pepe y Carmen, por el gran cariño que sienten por todos y que por todos es devuelto en el mismo grado de cariño y respeto; a Don Rafael, paciencia, pasión y respeto en su trabajo; a José Lara, José Torralbo, José Manuel, Ana Checa, Amalia, Josefa, Eli, Antonio, María de los Ángeles, Cristóbal, María de la Cabeza, Juan, Nazaret, que siempre tuvieron un SÍ, para estos días. 
Y lo que nos llevamos de la peregrinación y convivencia es que en ningún momento hubo ni cadenas, ni cuerdas, ni cerrojos, ni candados, ni siquiera puertas cerradas, todos estábamos donde queríamos estar, conscientes de lo que significaba. 
Muchísimas gracias  a Cesar, José Alejandro, Juan Miguel, Alexander, Luis, Manuel, Chuky, Pascual, Víctor Manuel,  Isidoro, Padre Pepe, Madre Carmen y Rafael por las enseñanzas que nos llevamos y por el cariño demostrado. 

Que la Santísima Virgen de la Cabeza nos guíe y ampare a todos en nuestro caminar, y llevemos por bandera el amor hacia ella y su Divino Hijo. 


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